A lo largo de mucho tiempo la obra Caballería roja de Kazimir Malévich fue considerada como el único trabajo del pintor de la historia del arte soviético oficial. Malévich firmó intencionadamente esta obra con la fecha «año 18», en la esquina derecha del lienzo, y al dorso escribió: «Desde la capital de octubre galopa la caballería roja a defender la frontera soviética». Sin embargo, esta obra es una de las más desoladoras y trágicas de su última etapa artística.
En la construcción de este extraordinario cuadro se muestran los pensamientos de Malévich sobre su relación con la realidad moderna: «…Unos líderes te invitaban a una vida espiritual, mientras que otros te incitaban a tener bienes materiales». Así, los fieles creyentes emprendieron el camino… Las banderas se cambian como paños, pero todo es en vano, los pies están sudados, los dedos llenos de rozaduras y ampollas.
El movimiento humano con la esperanza de conseguir algún bien recuerda a los locos que, al ver el horizonte, se abalanzaron hacia él, puesto que creían haber encontrado el confín de la tierra, habiendo olvidado que todos están de pie sobre el horizonte y no tiene que correr hacia ninguna parte. Los jinetes revolucionarios, hostigados por una fuerza desconocida, perdidos en el espacio eterno, corren por el globo terrestre bajo banderas rojas. Parece que las finas siluetas rojas se derriten entre las supremacistas franjas de colores puros. Su carrera frenética es inútil y absurda, pues el camino es infinito, el ajetreo humano es indiferente al cielo y a la tierra, y nunca existió ni existirá la Tierra Prometida en el Universo.