El Camino al monte

Deineka, Alexander

KURSK, 1899 – 1969

Autopista U.S.A., 1935

Óleo sobre lienzo, con autentificación en el reverso firmada por E.Ya. Melnikova fechada 22nd VI 1979

54,7 x 46,8 cm

Deineka visitó Estados Unidos en diciembre de 1934 y se marchó en marzo de 1935. Mientras estuvo allí, visitó Filadelfia, Nueva York y Washington. La revista Vanity Fair le encargó que produjera la portada de uno de sus números, el de enero de 1936.

Era extraordinariamente inusual que cualquier figura cultural soviética viajara a Estados Unidos a mediados de la década de 1930, por no hablar de que lo hiciera su mayor pintor realista socialista. A pesar de que Estados Unidos sufría la Gran Depresión, hay poca evidencia del trabajo que Deineka realizó allá con el propósito de mostrar lo peor. Comprensiblemente, parece haberse sentido atraído por todo lo que diferenciaba a la Unión Soviética y los Estados Unidos, independientemente de la política. Pasó mucho tiempo en Harlem, donde pintó a afroamericanos en clubes; pintó varias vistas del Empire State Building, paisajes con vallas publicitarias y automóviles, que habrían parecido exóticos a su ojo soviético.

No obstante, se puede afirmar que la imagen más célebre de su periplo estadounidense fue El Camino al monte Vernon, que actualmente se encuentra en el Museo Ruso de San Petersburgo. Es esta la pintura con la que esta pieza está más estrechamente relacionada.

Ambas muestran automóviles circulando por una carretera ondulada que atraviesa el campo; en ambos casos el punto de vista es el medio de la carretera, por lo que el camino se ensancha en primer plano; en ninguna de las dos piezas son discernibles las personas. En nuestro cuadro también hay un tren en una sola vía que corre por el borde de la carretera. Ambas pinturas muestran imágenes deslumbrantes de una América en transformación, con ciudadanos conduciendo modernos automóviles mientras se entregan a sus asuntos privados, quizás con un toque de misterio.

Colección José Mª Castañé

Castañé había quedado fascinado por la historia y la política rusas desde temprana edad, un gran conocedor de las artes en general y de la pintura en particular, viajó por primera vez a Rusia en 1990. Como muchos turistas, visitó la Galería Tretiakov en Moscú y el Museo Ruso en la entonces ciudad de Leningrado, donde se emocionó profundamente ante piezas de la más alta calidad, cuyos autores le resultaban prácticamente desconocidos. A su regreso a Madrid, Castañé comenzó a investigar la posibilidad de adquirir pinturas rusas en Occidente, su colección es el resultado de su paciencia, su persistencia y su dedicación, así como de su curiosidad y su determinación para seguir la senda menos transitada.

El conjunto contiene documentos históricos, pinturas españolas y europeas y otros tesoros, y la extraordinaria colección de dibujos, pinturas y acuarelas rusas, con los movimientos, temas y preocupaciones principales del arte ruso en el período que abarca desde finales del siglo XIX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Ha sido organizada casi completamente fuera de las fronteras de Rusia por un hombre criado en Barcelona y que reside en Madrid, alguien que no dispone de recursos ilimitados ni habla ruso.

“…Y también pone en evidencia otro aspecto de ese tipo de coleccionismo que consiste en ir a contracorriente, impulsado por la curiosidad, en separarse de los tumultos, de las referencias y de las costumbres, para conseguir avanzar sin pretender modificar demasiadas voluntades por medio de un empleo desenfadado del dinero.

Por último, debería también comentar que no es concebible perseverar, con medios limitados, en la construcción de una colección ambiciosa sin que intervenga en el juego, día a día, ese gran elemento propulsor, siempre tan “efectivo” (precisamente porque es “afectivo”): el amor a lo que se hace y se consigue, la decepción cuando se desvanece una perspectiva, el tesón ante los retos y las dificultades.

Porque coleccionar con pocos medios no consiste en una mecánica, no es una consumación, es un juego que no solamente deja un rastro, una trayectoria o un registro de actuación con sorpresas y accidentes, sino que aporta un resultado y constituye una construcción inspirada, un discurso con su propio hilo argumental.”

José Mª Castañé